EDITORIAL DE LOS PERIODISTAS LIBRES

El capitán del Ejército Jair Bolsonaro es un adversario político pero es mucho (o menos) que eso. De ser electo, ya prometió ametrallar el barrio de Rocinha y a los petistas (a quien él llama “petralhas”). Bolsonaro ya calificó a las mujeres como resultado de “debilidades”. Y los negros como “reproductores”, pesados en arrobas (como animales).

 

Bolsonaro elogia torturadores, como Brilhante Ustra. Ya dijo que habría matado a 30.000 opositores del régimen dictatorial de 1964, incluyendo a Fernando Henrique Cardoso.

 

Bolsonaro es el fascismo. Es el nazismo, aprovechándose de una crisis económica y política abismal para ganar el poder por el voto.

 

Nunca olvidemos que Adolf Hitler fue electo canciller por el voto democrático del pueblo alemán. Su primera providencia —y de su mafia de bandidos— fue incendiar el Parlamento germánico, el Reichstag. Culpó a los comunistas por eso, desencadenando una furiosa represión contra todos los que él menospreciaba: judíos, negros, gitanos, gays, deficientes físicos y mentales, feministas y, lógicamente, la izquierda.

 

Las fuerzas democráticas no pueden darse al lujo de bromear con la cizaña. El enemigo es monstruoso en demasía para eso.

 

En este momento, es importante recordar del fenómeno comprobado hoy en el Nordeste brasileño, región en la que más de la mitad de los electores votan por Lula y, ahora, en su candidato, Fernando Haddad, que pretende continuar con los programas sociales que garantizan que el hijo del trabajador tenga acceso a la Universidad, que da el oportunidad a los pobres de ir a su tierra natal y ver a los parientes en un viaje por avión, el refrigerador y la TV en casa después del programa Luz para Todos.

 

Además de ocupar el primer lugar en las encuestas electorales como referente de lucha contra el fascismo, Haddad representa en este momento el espectacular legado de inclusión iniciado por Lula, y el PT, que resiste como fuerza popular y electoral.

 

Bolsonaro une a la cúpula del Ejército Brasileño y las Fuerzas Armadas en general, incluyendo las Policías Militares. Une al poder económico. Une al Judiciario golpista. Une a los medios de comunicación oligopólicos. Une a todos en contra del PT, como antes, en la época de Hitler, fueron todos contra el comunismo.

 

No se trata de Lula contra Bolsonaro. Basta de esa polarización estúpida, tan al gusto de los medios de comunicación que vaticinaron días de gloria después del impeachment a Dilma Rousseff.

 

El resultado está ahí –Brasil de vuelta a los mapas de la miseria, a los records de desempleo y de desesperación.

 

Basta de bromear de paneleiros contra petistas. Ahora lo que está en juego es la vida o la muerte de millones de personas desfavorecidas económicamente, degradadas por el golpe, que volvieron a cocinar con fogón a leña o alcohol.

 

Ahora, se trata de defender la idea de sociedad plural contra el orden unido de los cuarteles.

 

Sabemos que Brasil acumula siglos de opresión asesina sobre los pueblos negros e indígenas. Conocemos la yunta que el machismo colocó sobre los hombros de las mujeres, tratadas como meros objetos sexuales para todas las taras y sadismos, o como meras reproductoras. Sabemos del dolor de los gays, lesbianas y travestis, expulsados de casa y de las familias, lanzados a marginalidad abyecta simplemente por proclamar su derecho al amor que no vacila en decir su nombre.

 

Nosotros no podemos correr el riesgo de ver vencer un monstruo moral como Bolsonaro, que defiende el asesinato, la persecución y la tortura como métodos de mejorar Brasil.

 

Nos asombra ver cristianos anhelando la victoria de Bolsonaro. ¿Dónde fue qué Jesús Cristo defendió la tortura, la persecución y el asesinato?

 

¡Conteste, por favor, obispo Edir Macedo!

 

¡No! Cristo jamás defendió la tortura. Al contrario, fue él el torturado y asesinado por el crimen de defender a los pobres contra el sistema de la Roma Imperial.

 

Hoy, quién calla, ¡consiente! Es por eso que los Periodistas Libres se consideran obligados a decir y a declarar bien alto que un grave riesgo se cierne sobre el futuro de Brasil. Y ese riesgo es Bolsonaro. Elegirlo significa que nos tornaremos, como pueblo, cómplices de los peores crímenes.

 

El pueblo alemán se culpa hasta hoy por los campos de concentración y hornos crematorios en que se lanzaron a millones de seres humanos. No es posible que el pueblo brasileño, de marcas sufridas quiera pactar con una la decisión de voto tan repugnante.

 

Bolsonaro no esconde y nunca escondió quien es. Y todos los poderosos de Brasil ya se anidan bajo las alas siniestras de esa ave de rapiña. Espanta que los demócratas no se den cuenta de la inmensa responsabilidad histórica que está puesta sobre cada uno de ellos.

 

Estamos a cuatro días de las elecciones presidenciales. Un gesto de Guilherme Boulos, de Ciro Gomes, de Marina Silva, de otros competidores, declarando apoyo a lo que puede impedir la victoria del fascismo, la muerte de los más pobres y la presidencia de un hombre que un país como Brasil no merece, en favor de Fernando Haddad, tendría enorme efecto psicológico en este momento en el que Bolsonaro surfea sobre la ola de una posible victoria en el primer turno.

 

Marina, como mujer negra, estaría automáticamente defendiendo a su propia gente, frase proferida por ella tantas veces. Ciro, un hombre inteligente, tendría la oportunidad de luchar al lado de lo que parece haber marcado su historia política: la defensa del pueblo nordestino. Boulos tiene el oportunidad ahora de compartir, de una vez por todas, su espíritu de compasión con los más pobres, con las luchas diarias del trabajador que más sufre.

 

Bolsonaro no enfrentó debates, no está en las calles para debatir las contracciones. Hasta ahora, se escondió dentro de hospitales, por fuerza de un atentado a todos los efectos muy mal justificado. Y que fue una traición al pueblo que no tuvo la oportunidad de oírlo detenidamente, declarando su desprecio por el sufrimiento de los más pobres.

 

La (in)justicia del juez Sérgio Moro liberó para los buitres de la prensa corporativa la “delación premiada” de Antonio Palocci, ex petista que está preso hace un año y que desde entonces se ofrece para ayudar a detonar al PT y a Lula.

 

Inútilmente.

 

Ni el Ministerio Público Federal se embarcó en la infame delación de Palocci ¡Porque ella no tiene un único elemento de prueba! Entonces, queda claro que la liberación de la delación de Palocci, por Sérgio Moro, obedeció solamente al propósito de “agredir” al PT para pavimentar la victoria de cualquier candidato anti-PT.

 

Fernando Haddad está hace 15 días en campaña. Mucho menos que Ciro Gomes, Guilherme Boulos y Marina Silva, que ya pudieron mostrar sus dotes y propuestas. Si en vez de Haddad fuese Ciro Gomes el líder anti-Bolsonaro, sería para él que llamaríamos a votar. Si fuese Boulos, idem. Para Marina, lo mismo. Defenderíamos al candidato democrático que tuviese la oportunidad de luchar y vencer las elecciones contra un Bolsonaro.

 

Pero es Fernando Haddad que despunta en el primer lugar entre los opositores de Jair Bolsonaro. Nosotros, Periodistas Libres, no abdicaremos de nuestra responsabilidad histórica.

 

Es necesario derrotar “o coiso”. Es necesario gritar bien alto “#EleNão“.

 

Es necesario impedir el agravamiento del genocidio de negros, pobres y de barrio… El agravamiento de los índices de feminicidios y violaciones.

 

Es necesario conversar con quien está a su lado, con quien quiera tornar al domingo, el 07 de octubre, el día del voto útil y decir que necesitamos estar vivos en el próximo período, necesitamos estar juntos y fuertes contra todo aquello que Bolsonaro representa.

 

Por todo eso, ahora es Fernando Haddad, lo demás es la división entre nosotros ¡qué la derecha tanto adora!

 

Después de derrotado el torturador, el nazi, el Brinhante Ustra, el anti-mujer, anti-gay Bolsonaro, estaremos juntos de nuevo para exigir de un Fernando Haddad vencedor las pautas populares, antirracistas e inclusivas

 

Fernando Haddad y Manuela ¡Lindos e increíbles! ¡Para Brasil ser Feliz de Nuevo!

 

¡Y Lula Libre!

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