Las desapariciones del indigenista Bruno Pereira y del periodista Dom Phillips resuenan como un trágico grito de auxilio de la selva amazónica y sus habitantes originales. Hoy, todos saben que allí, en ese montón de hojas que se ven en Google Maps Satelital, donde se encuentra la Tierra Indígena Vale do Javari (la segunda más grande de Brasil), dos héroes comprometieron sus vidas individuales para defender vidas colectivas, destruidas a diario por la minería, por la avaricia, por el oro, por la agroindustria, por el narcotráfico, por la pesca depredadora e incluso por religiosos misioneros, inescrupulosos defensores de un dios de la muerte.
Por Laura Capriglione, de Jornalistas Livres (Brasil)
Traducción: Silvia Adoue y Tamy Cenamo
Se suponía que Bruno Pereira no debía estar allí. Los genocidas ya lo habían vestido con una camiseta con dos blancos dibujados: uno por delante y otro por detrás. Un tercero estaba estampado en su frente. Estaba marcado para morir.
La lectura de los boletines de servicio de la Fundación Nacional del Indio (Funai, órgano del Estado nacional que cuida de la cuestión indígena) evidencia elocuentemente el compromiso de Bruno con la defensa de los pueblos aislados o recién contactados. El boletín del 2 de enero de 2020, por ejemplo, registra que Bruno sostuvo “reunión con autoridades referente] al asunto presente en el documento sigiloso Oficio 219/Fiscalía/PRM/Tabatinga, del 17/06/2019, que trata de la promoción de acciones de combate a ilícitos en la región de Alto Solimões, con presencia de pueblos indígenas aislados.”
El 3 de enero del mismo año, Bruno participó en acciones de protección, seguimiento y vigilancia con el objetivo de realizar articulaciones estratégicas y proceder a la expedición de los preparativos para la ejecución del Operativo de Inspección en Jutaí junto a las fuerzas de seguridad pública a través de acciones para frenar los ilícitos ambientales y combatir la minería ilegal en la Tierra Indígena”.
En agosto de 2014, Bruno participó de una reunión en el Ministerio Público Federal donde se discutió la cuestión de la Salud Indígena y la entrada irregular de misioneros en la Tierra Indígena Vale do Javari.
A principios de 2019, Bruno se sumó a la “articulación para líneas estratégicas e institucionales con el Comando Militar de Amazonas, Secretaría de Seguridad Pública de Amazonas, Comisaría de la Policía Federal de Tabatinga, el 8° Batallón de Infantería de la Selva del Ejército en Tabatinga, que se refiere a la seguridad de los equipos operativos del Frente de Protección Etnoambiental Vale do Javari durante la ejecución del Plan de Contingencia para Situaciones de Contacto, y realizó articulaciones estratégicas e institucionales con la Fiscalía de la República, Ministerio Público Federal del Amazonas en Tabatinga …”
Bruno fue responsable de la Coordinación General de Pueblos Indígenas Aislados y de Reciente Contacto (CGIIRC) en la Funai hasta octubre de 2019. Sin embargo, poco después de coordinar un operativo que expulsó a cientos de mineros [ilegales] de la tierra indígena Yanomami, en Roraima, fue destituido de su cargo sin cualquier tipo de justificativa interna.
Su exoneración fue firmada en el primer año del gobierno de Jair Bolsonaro por el entonces secretario ejecutivo del Ministerio de Justicia y Seguridad Pública, el ex delegado de la Policía Federal Luiz Pontel de Souza, elegido para el cargo por el ex Juez ladrón Sergio Moro. Para ocupar el lugar de Bruno, se eligió al misionero evangélico Ricardo Lopes Dias, quien trabajó entre 1997 y 2007 en la Misión Nuevas Tribus de Brasil (MNTB), una organización con origen en los EE. UU. que promueve la evangelización de los indígenas de Brasil desde la década de 1950. Un coordinador “terriblemente evangélico”, ¡por supuesto! Para estos misioneros, es necesario arrancarles el corazón a los indígenas para imponerles el Dios vengativo y cruel que profesan algunas iglesias cristianas, comprometidas con la teología de la prosperidad. Lea aquí.
Los registros de estas numerosas notas en los Boletines Informativos de la Funai muestran que las actividades de Bruno eran conocidas por todos los agentes que debían velar por la seguridad del territorio. Que él se reunía con el Comando de todas las fuerzas represivas, incluido el Ejército, la Policía, la Marina, el Ministerio Público de la Federación, la Funai. No se trataba de un aventurero irresponsable, versión que el propio Bolsonaro se esforzó por imponer a la opinión pública mundial en las primeras horas de su desaparición.
Sucede que Bruno, luego de su renuncia al cargo de Coordinador de los Indios Aislados en la Funai, nunca deseó para sí mismo el consuelo de una jubilación anticipada. Insatisfecho, pidió ser licenciado sin goce de sueldo por dos años del empleo público . Y volvió al Vale do Javari, esta vez asesorando a la Unión de Pueblos Indígenas de la región (Univaja) sobre cómo defender la Tierra Indígena contra la intrusión de mineros, traficantes y pescadores ilegales.
Consciente de que la preservación de la tierra indígena sólo podía hacerse con la exposición al mundo entero del drama humanitario y ambiental allí presente, Bruno firmó una colaboración existencial con Dom Phillips, un periodista inglés, blanco, corresponsal de algunos de los más prestigiosos diarios del mundo: “The Guardian” y “New York Times”. El dúo ideal. Indigenista y periodista. Un brasileño y un inglés. Y es ahora, por su desaparición, que el mundo sabe: allí, en ese rincón occidental de Brasil, se despliega una lucha de vida o muerte, de preservación o destrucción, de respeto a las culturas originarias o de tributo al dios mercado, que actualmente se atesora de oro y metales preciosos porque no sabe cuánto aguantará el dólar.
Es necesario honrar las vidas de Bruno y Dom
Es evidente que tenemos que lamentar el asesinato de estos dos héroes. Pero también debemos honrar sus sacrificios. Cuando los monstruos que hoy gobiernan Brasil creyeron haber puesto fin a la resistencia a la invasión de tierras indígenas, luego de haber transformado a la Funai en una “fundación antiindígena, caracterizada por la no demarcación de territorios indígenas, sumada a una militarización sin precedentes del órgano”, Bruno se negaba a abandonar su razón de vivir. Se reinventó y siguió en la lucha.
Hay gente así en todo Brasil. Personas que siguen resistiendo, a pesar de todo, de la persecución, del riesgo a la vida, del ostracismo, de la criminalización.
Honrar estas vidas, ahora, significa exigir no sólo el castigo a quienes interrumpieron sus heroicas trayectorias. No aceptaremos que todo quede así y que la culpa recaiga sólo en un sujeto miserable, descartable, mitad blanco, mitad negro, mitad indígena. Porque otro desgraciado será elegido para matar a un nuevo líder indígena, a un periodista, a un indigenista. Habrá conmoción, un proceso apresurado que atrapará a otro chivo expiatorio. Y así sucesivamente.
Es necesario acabar con la maquinaria de guerra instalada en Vale do Javari en contra del medio ambiente y los pueblos originarios.
¿Quién paga las lanchas, las retroexcavadoras, los tractores, las enormes dragas, los aviones que transportan los minerales? ¿Quién paga por todo eso?
¿Cómo es posible que en una región fuertemente militarizada, que tiene la presencia ostensible de una comisaría general de la Policía Civil, una comisaría de la Policía Federal, un batallón de la Policía Militar de Amazonas, una prisión estatal, un efectivo de la Fuerza Nacional de Brasil, un Destacamento de Control del Espacio Aéreo de Tabatinga (DTCEA-TT), un Comando de Fronteras del Ejército (8º Batallón de Infantería de la Selva), una Capitanía Portuaria de la Armada de Brasil y una unidad del Cuerpo Militar de Bomberos de Amazonas, las principales actividades económicas locales sigan siendo el contrabando, la minería ilegal y el tráfico de drogas? ¿Por qué estas instituciones fuertemente armadas no cumplen su papel y la frontera occidental de Brasil sigue siendo un colador para todos y cada uno de los aventureros que invaden tierras indígenas, como ha sucedido en Brasil desde 1500?
¿Cómo se conecta el narcotráfico con la actividad minera, proporcionando recursos, explotando la prostitución, corrompiendo a los militares, manteniendo el flujo de mano de obra necesaria para la minería, sustentando el ejército de sicarios?
¿Cómo se relaciona la pesca ilegal y depredadora en el río Solimões y sus afluentes con el narcotráfico? ¿Cómo fue “secuestrada” la actividad pesquera por el crimen organizado para proveer botes y canoas para el transporte de drogas?
¿Cómo funciona el comercio de oro en Tabatinga y ciudades aledañas? ¿Quién compra y quién vende el oro, en las pequeñas tiendas esparcidas por las ciudades de Alto Solimões y Vale do Javari? Es curioso. Son “tienditas” tan banales y aparentemente inofensivas como los puntos de apuestas de juego ilegal en Río de Janeiro o São Paulo. Pero estas tienditas sólo aparentan ser inofensivas, dada la fortuna acaparada por una sola empresa, encargada de revender oro a los mercados especulativos.
FD Gold, por ejemplo, propiedad de Dirceu Frederico Sobrinho, también presidente de la Asociación Nacional del Oro (Anoro), fue acusada en agosto de 2021 por el Ministerio Público Federal de verter 1.370 kilogramos de oro ilegal en el mercado nacional e internacional solo entre 2019 y 2020. Y, un detalle, Dirceu es un allegado del general Hamilton Mourão (excomandante militar de la Amazonía) y de los altos dignatarios del gobierno de Jair Bolsonaro.
¡Ah, pero ese es un problema de “ellos”, que están allá!
Incorrecto: la sede de FD Gold está ubicada en la Avenida Paulista, el corazón financiero de São Paulo. En mayo, FD Gold se declaró propietaria de 77 kg de oro encontrados en un avión en la ciudad de Sorocaba. El cargamento, valorado en 23 millones de reales, estaba siendo escoltado por el teniente coronel Augusto Tasso, destacado de la Casa Militar, responsable por la seguridad del gobernador Rodrigo García (PSDB), de São Paulo. ¿Coincidencia? ¿Hace falta hacer un dibujito o es fácil ver la conexión entre las fuerzas de seguridad y la explotación depredadora de la Amazonía?
Todo esto para decir que no es suficiente que las investigaciones sobre la desaparición de Bruno Pereira y Dom Phillips se detengan en el arresto y condena de un sujeto con el sugerente apodo de “Pelado” (desnudo). Este tipo efectivamente está desnudo de todo. Sin dinero, sin prestigio, sin libertad, sin nada. Mañana aparecerá muerto este Pelado, y todos diremos: “Se lo mereció”. Pero él es solo el “eslabón más débil” de esta cadena de crueldad, codicia y horror.
Necesitamos seguir la ruta del dinero y vengar a nuestros héroes, persiguiendo y condenando a los tiburones que financian la muerte de los pueblos originarios y la destrucción de la selva. Gente cobarde, que usa a los pobres miserables como carne de cañón mientras permanecen escondidos detrás de los muros de los valiosos edificios de la Avenida Paulista, refrescados por el aire acondicionado a tope y pisando las alfombras del poder económico.
Dom Phillips y Bruno Pereira, ¡Seguiremos su ejemplo de amor y solidaridad!
¡Por el cese inmediato de la explotación de oro y otras riquezas en Tierras Indígenas!
¡Fuera Bolsonaro y su gobierno genocida!
Lea más sobre las desapariciones de Bruno Pereira y Dom Phillips AQUÍ
Lea el comunicado de la Unión de Pueblos Indígenas del Vale do Javari AQUÍ
Colaboró: Andrea Lanzoni
2 respostas
Podemos publicar una sintesis de este artículo en Boletin de Articulación Ciudadana de la Reina, de Santiago de Chile?
sim, por favor! precisamos mostrar a tragédia em curso no Brasil!